La crónica rosa del pinzón azul


El pinzón azul sigue su recuperación desde el incendio de 2007, con 257 ejemplares censados, con una vida pasional de auténtico culebrón.

El pinzón azul de Gran Canaria, Fringilla teydea polatzeki, está lanzado a la conquista de nuevos territorios. La especie, una de las más amenazadas del planeta, está cogiendo resuello tras el incendio de la isla en 2007, colonizando los pinares de la Cumbre, impulsada por una cría en cautividad que, por primera vez en su historia, ha logrado colocar con vida, desde 2010 y 2011, a 26 ejemplares nacidos y criados en el centro de recuperación de fauna salvaje del Cabildo, y a la que se le hace un seguimiento tipo Gran Hermano que delata una dura vida de pájaro.

Terroríficos ataques de gavilán, amancebamientos tormentosos, poligamia, incestos... El guión de estos dos últimos años de supervivencia ofrece un culebrón en toda regla y a la sombra de los pinos.

Como el caso de Bígamo, un macho altanero criado en Tafira y que desde el minuto uno sale con fuelle a la fiesta cumbrera. Le hace rebujos a dos hembras "y a las dos atendía", según reza textualmente en el informe de la consejería insular de Medio Ambiente. Y además lo hace con todo su fundamento, echando adelante a dos pollos volanderos, hoy hermanos de padre y de dos diferentes madres.

Pero mientras Bígamo se las arreglaba para satisfacer dos hogares a la vez sin desmejorar la atención a pájaras y pollos, Pajarito, un macho salvaje, y asiduo de la fuente del mismo nombre en Inagua, preparaba la mudanza. Una hembra nacida en cautividad le hizo cambiar su residencia, una rareza en la especie, para llevar sus trastos a la zona de Cumbre, donde consiguieron, ambos dos, criar a cuatro pollos del mismo viaje.

Pero en este jaleo reproductivo también ofrece flechazos truculentos, como el de GC 45/2010 y GC51/2010, hermanos y tutores de un pollo perfecto que ignora que su tía es su madre..., y su tío su propio padre.

Una relación que aunque un tanto incestuosa siempre será más feliz que la del macho GC50 y la hembra GC53, que acusaron primero un problema inmobiliario al comenzar la construcción de un nido que quedó inacabado, y que tras replantear otro en la misma zona se inauguró con una exitosa puesta, sobre todo para el depredador que se merendó al incauto benjamín.

Todo este trasiego en concreto tiene lugar fuera de Inagua, Ojeda y Pajonales, hasta los últimos años el único reducto del pinzón azul.

Los pasillos que se han ido creando con la reforestación a lo largo de los años ha permitido el asentamiento de nuevas parejas en la zona de Cumbre y se estima que unos 40 ejemplares se han instalado allí, e incluso se han avistado más esporádicamente en, los meses de invierno, en Tamadaba.  

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